Así de simple y así de doloroso. Hace diez días me saludó con mucho cariño y hasta me preguntó cómo me había ido en una comida que le había contado la semana antes que tendría. Pero un día llegué a su casa y la empleada al saludarme me dice "ojalá la reconozca", yo pensé ¿de qué habla esta mujer?. Llego a su pieza y si bien me saludó muy amable nunca me dijo mi nombre ni me hizo ninguna pregunta personal. Ahí caí.
No sé si vuelva a reconocerme porque el viernes fui de nuevo y fue igual. Se nota que mi cara le suena, sabe que soy pariente pero no tiene idea si soy hija, nieta, sobrina porque ella está en otro tiempo, habla de gente que murió hace más de 15 años como si los hubiera visto ayer. Da la impresión que está en otra época y me encantaría poder estar ahí con ella. Pero no se puede.
Cuando vi que no me reconocía como todo lo que me impacta lo tiré debajo de la alfombra, pensando cual Scarlett O'Hara que así el tema desaparecería. Pero no pasó, y menos con la siguiente visita en la que mis aprensiones se confirmaron: ya no me reconoce. No sabe quién soy y no creo que esto tenga vuelta atrás. Muy duro.
No creo que antes haya tenido tantas ganas de volver el tiempo atrás. De estar de nuevo conversando con mi abuela y aprovecharlo sabiendo que sería la última vez. Me acuerdo perfecto de esa tarde en que vimos televisión española cómo a ella le gusta, me preguntó por todas mis amistades, les contó a las cuidadoras de turno que mi casa era muy linda y me preguntó por toda la ropa que tenía puesta... una rica. Trato de guardar el recuerdo de esa tarde lo más nítido posible temiendo que a mi también se me olvide.
Al principio pensé que esta señora que está perdida, que habla de sus primas y amigas del colegio y que pregunta cuándo se irá para su casa no era mi abuela y que los recuerdos que guardaría de la Nanny eran los anteriores. Pero sí es mi abuela, sólo que esta es otra parte de su personalidad. Una que nunca conocí. Esta es una abuela mucho más tierna que la que conocí antes. Una abuela que está asustada, que es más frágil pero también más simple. Quizá siempre fue así, pero lo cubría con esa fortaleza que sólo en ella he visto. Hoy tiene un mundo que lo compone su nana, la cuidadora de día y la de noche. Con ellas conversa, juega y por su puesto pelea. En ese mundo ella está feliz y con eso me basta.
No sé cuánto tiempo más esté conmigo, tiene 94 años y derecho a descansar. Pero doy las gracias por seguir conociéndola, porque me siga sorprendiendo y porque sea feliz.